Domingo de Resurrección. Todo el cortejo procesional esperaba impaciente en la Capilla del Sagrario a que el cielo se abriera y diera tregua para procesionar por las calles en un día muy especial por tratarse de la última vez que lo haría desde la Catedral.
Y la lluvia no cesó, pero como tampoco cesó el entusiasmo de procesionar y de manifestar esa alegría tan grande y que hace estallar de gozo el corazón: ¡Cristo ha resucitado y Vive entre nosotros!
El son de las campanillas de los más pequeños y el retumbar de los tambores han acompañado a una solemne procesión claustral llena de emotividad, difícil de olvidar para todos los que han formado parte de ella así como para todos los que hemos sido testigos privilegiados de tan hermoso momento.